Maestros del cómic: Andrea Pazienza

Maestros del cómic: Andrea Pazienza

Candido Romano Publicado el 12/22/2022

Maestros del cómic: Andrea Pazienza

Andrea Pazienza nació en San Benedetto del Tronto el 23 de mayo de 1956. Tanto su padre como su madre eran profesores. Él, en la rama artística. Ella, en la rama técnica. Pasó sus primeros años de vida en San Severo, en la provincia de Foggia. Desde niño, mostró un gran interés por el dibujo: con tan solo 18 meses, ya recibió los primeros elogios de sus padres por dibujar un oso bastante realista.

Con 12 años, se mudó a Pescara para estudiar y allí labró sus primeras amistades artísticas. Tanto fue así que llegó a ser uno de los propietarios de la galería de arte Convergenze. En Pescara consiguió aumentar sus conocimientos gracias a que se rodeaba de artistas e intelectuales. De este modo, conoció a Tanino Liberatore, una figura muy importante y que, posteriormente, pasaría a formar parte de su vida. En 1974, se matriculó en el Dams de Bolonia, pero no llegó a finalizar sus estudios porque enseguida empezó a trabajar en el mundo del arte. Lo único que le faltó fue el examen con Umberto Eco, pero Pazienza no se vio con ganas de hacerlo (aunque este ya era su amigo).

Sin embargo, su primera exposición fue en Pescara en 1975. Se trató de una serie de cuadros que asombraron a todos los presentes. Entre estos cuadros estaba Isa D’estate, dedicado a su querida amiga Isabella Damiani y que fue reconocido como una obra maestra. De hecho, Andrea Pazienza no solo era un maestro del cómic, sino que también fue un pintor muy valorado: su estilo único, muy colorido y onírico inspiró a muchísimos autores durante todos los años posteriores.

Para él, Bolonia era una ciudad que le inspiraba amor y odio: el ambiente universitario, la política militante, las plazas y las manifestaciones se convirtieron en el telón de fondo en el que transcurrieron las primeras historias de Paz, como también se le llamaba. En este contexto, el autor incorporó muchísimos temas para sus obras futuras. Entre estos, encontramos el movimiento de protesta de finales de los años 70. Sin embargo, el año en el que se consagró y se dio a conocer ante el público fue el 1977.

Ilustración del artista Andrea Pazienza. Todos los derechos reservados.

Su estreno con Pentothal

El verdadero estreno de Andrea Pazienza, es decir, en un trabajo dibujando cómics con pagos regulares, se produjo en 1977 con Alter Alter, la revista fundada por Oreste del Buono, un famoso escritor y guionista italiano. Pazienza se presentó en la redacción con 10 viñetas de una historia, «Las extraordinarias aventuras de Pentothal», que asombraron a todos, empezando por los dibujos y acabando por su narración.

El nombre de Pentothal, personaje se parece a Pazienza, por cierto, viene del suero de la verdad utilizado por Diaboik para arrancar confesiones. Y Le straordinarie avventure di Pentothal, una obra publicada desde el 77 al 81 en Alter Alter, era toda una verdadera confesión del autor. Se trataba de una historia generacional que contaba las aventuras de un joven atrapado en una realidad de la que no puede escapar.

Ilustración del artista Andrea Pazienza. Todos los derechos reservados.

No tenía un estilo muy marcado, ya que mutó y se transformó con el paso de los años. Técnicamente, Paz ya era un prodigio, con unas grandes dotes de dirección que demostraba en cada viñeta, con historias creadas a partir de deseos y «viajes mentales» que discurrían a la vez que la revolución que se produjo en Bolonia en 1977. Eran los años del surgimiento de los centros sociales, de la contrainformación, de las grandes manifestaciones callejeras. Y justo en ese año 1977, ocurrió un suceso que fue un antes y un después en la vida del autor.

Ilustración del artista Andrea Pazienza. Todos los derechos reservados.

El alumno de Lotta Continua, Francesco Lorusso, fue asesinado por un policía durante una redada en una asamblea de Comunione e Liberazione. Este suceso supuso todo un terremoto y provocó la ruptura entre los movimientos estudiantiles y la izquierda más institucional. Pazienza se fue corriendo a la imprenta donde se imprimía Alter Alter y entregó en el último momento una viñeta final de Pentothal totalmente distinta para sustituir a la inicial.

Aquí se pudo ver el gran cambio interior que se produjo en el autor: empezó a comunicar directamente al lector lo que sentía, rompió las barreras y puede que desencadenase una revolución en el cómic casi sin darse ni cuenta.

Ilustración del artista Andrea Pazienza. Todos los derechos reservados.

Con Pentothal, Pazienza demostró ser ya un autor maduro: consiguió desviar la atención del público de los cómics de los personajes al propio autor. Fue un cambio muy importante para la época, ya que los cómics se conocían y se compraban según lo famosos que eran los personajes. Pazienza, en cambio, elevó el estatus de la persona que estaba sentada a la mesa de dibujo: es un autor como cualquier persona que escriba libros. Por fin los cómics dejaron de estar relegados a ser consumidos por niños.

De las revistas a Zanardi

Sus años en Bolonia fueron los de las ya icónicas revistas de cómics, un recurso editorial que ya ha desaparecido a día de hoy. Solían ser revistas independientes que contenían viñetas de cómics, publicadas por entregas, de distintos autores. Pero también contenían reportajes periodísticos y muchas más cosas. Pazienza empezó a colaborar con la revista Cannibale, fundada por Stefano Tamburini y Massimo Mattioli, aún en aquel fatídico 1977, junto a sus amigos Filippo Scòzzari y Tanino Liberatore. Se creó un buen grupo de autores que, posteriormente, crearon y colaboraron con revistas como Il Male, Corto Maltese y Frigidaire.

Ilustración del artista Andrea Pazienza. Todos los derechos reservados.

A partir de 1978, Andrea Pazienza se convirtió en toda una «estrella de rock de los cómics»: diseñó las portadas de los discos de Roberto Vecchioni y PFM, el cartel de la película «La ciudad de las mujeres», de Federico Felini, y en 1983, el cartel de «Novecento», de Bernardo Bertolucci.

Ilustración del artista Andrea Pazienza. Todos los derechos reservados.

Pero esos años también son para él años de experimentación y de sátira y coincidieron con las historias que tenían como protagonista al entonces presidente de la República italiana, Sandro Pertini, con una larga serie de dibujos y viñetas que se publicaron en todas las revistas con las que colaboraba Pazienza, desde Il Male a Frigidaire y Cannibale. A Pazienza le fascinaba Pertini y su integridad moral. Tanto es así que creó una serie de viñetas tituladas «Pertini il partigiano», donde junto al presidente (llamado de broma «Pert» por parte de Pazienza), estaba su joven compañero «Paz», formando la divertida pareja «Pert y Paz».

Ilustración del artista Andrea Pazienza. Todos los derechos reservados.

Los siguientes años, sin embargo, nos trajeron a un Andrea Pazienza con cada vez más inquietudes por el dibujo y el mundo. De aquí surgió su segundo personaje icónico: Zanardi, su alter ego triste y enfadado.

Ilustración del artista Andrea Pazienza. Todos los derechos reservados.

Apareció por primera vez en el episodio «Giallo Scolastico» de Frigidaire de 1981 y fue el personaje que llevó a Pazienza a la fama. Los movimientos de masas del 68 y del 77 desaparecieron para pasar al hedonismo de los años 80, las drogas, el dinero y el individualismo. Era un personaje muy malo, que se dedicaba a hacer bromas muy fuertes junto a sus compañeros y que consumía casi todo tipo de drogas.

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Zanardi era un estudiante de instituto de Bolonia que siempre iba acompañado por sus amigos Colasanti y Petrilli: era un personaje caótico y atroz, y que representaba muy bien el rostro de una rebelión nihilista contra cualquier tipo de respetabilidad. Pazienza describió así a Zanardi: «Su principal característica es el vacío. El vacío absoluto que impregna a cada de sus acciones».

Llegado a este punto, la influencia de Pazienza en el mundo del cómic y en la cultura popular era ya imparable. Su popularidad fue una explosión literalmente y el autor empezó a colaborar en muchísimos proyectos distintos. Colaboró con Avaj, que fundó junto a Jacopo Fo, y, posteriormente, dio clases de dibujo de cómic en la Universidad Libre de Alcatraz, fundada por Dario Fo en Santa Cristina di Gubbio. En Bolonia, en cambio, nació la escuela de cómics «Zio Feininger», donde dio clase junto a Igort, Magnus, Lorenzo Mattotti y muchos otros grandes autores que se consolidaron en los años siguientes en el panorama del cómic nacional e internacional.

Fueron años de mucha actividad para Pazienza, que pasa de pintar cuadros a escribir guiones, al teatro y al diseño publicitario. Y, por aquel entonces, tenía otra compañera nueva de vida: la heroína, la droga que lo consumió hasta matarlo.

Pompeo, su testamento en forma de cómic

En 1984, Andrea Pazienza se marchó de Bolonia para mudarse a Montepulciano, en la Toscana, pero siguió viajando por toda Italia por trabajo y empezó a publicar para la conocida revista Linus. En Roma, en junio de 1985, conoció a Marina Comandini, con la que se casó en 1986 y que se mudó a la Toscana con él.

Allí creó a otro de sus personajes más icónicos: Pompeo, al que publicó con Editori del Glifo hasta el 1987. Se trataba de una verdadera novela ilustrada, o Graphic Novel como se diría hoy en día. Era el verdadero testamento artístico del autor, con la que narra su descenso al infierno de la heroína haciendo referencias a obras antiguas del propio Pazienza. Era un diario introspectivo con un trazo brillante, pero irregular.

Muy significativas y conmovedoras fueron sus viñetas de «Gli ultimi giorni di Pompeo», con las que Pazienza se dejó llevar en una especie de introspección final que, en cierto modo, casi anunciaba su muerte.

Ilustración del artista Andrea Pazienza. Todos los derechos reservados.

Andrea Pazienza murió la noche del 16 de junio de 1988 en Montepulciano por una sobredosis de heroína. Sin embargo, su adicción nunca fue lo que caracterizó a uno de los artistas italianos más grandes de todos los tiempos. Su estilo exuberante y heterogéneo, su flexibilidad para contar historias tanto en viñetas individuales como en formatos más grandes y la capacidad de moverse de un medio a otro sin dificultad alguna hicieron de Pazienza un artista único y muy valioso, que revolucionó el modo de narrar en cómics y que ha inspirado a centenares de autores en las décadas posteriores a su muerte.