Encuentro con el calígrafo Julien Chazal

Encuentro con el calígrafo Julien Chazal

Elisa Brivoal Publicado el 1/27/2019

Ya lo mencionamos en nuestro artículo dedicado a los mejores talleres europeos de caligrafía. Julien Chazal es un artista de renombre que ha trabajado para las mejores marcas, pero no se dedica exclusivamente a eso. Últimamente explora nuevos horizontes de la caligrafía, sobre todo artísticos, y lo compagina con su lucha contra el analfabetismo. Encuentro con un artista de renombre, presidente de la sección de caligrafía del concurso MOF (Uno de los Mejores Artesanos de Francia).

¿Cómo descubriste la caligrafía y qué te llevó a hacer de ella tu oficio?

Estudié Bellas Artes en Nancy. Ahí, el arte abstracto era omnipresente; pero, en mi opinión, carecía de técnica. Un día, mientras realizaba unas prácticas que en principio iba a hacer para aprender maquetación, conocí a un profesor dinámico y un excelente calígrafo, que me ayudó a descubrir un universo sumamente completo: una riqueza pictórica y artística, un descubrimiento de los pigmentos… A diferencia de lo que estudiaba en Bellas Artes, la caligrafía era algo preciso, y eso me encantaba. Es un arte que valora el trabajo, a la usanza de los artesanos del arte.

La transición de pasión a oficio no fue evidente. Me mudé a Paris y enseguida empecé a impartir cursos. Además, trabajé para empresas de comunicación, editoriales, medios de comunicación… A fuerza de reuniones y trabajo, he podido acceder a proyectos interesantes y, por tanto, vivir de mi pasión. La industria del lujo es sensible a la calidad, por lo que, en este sector, he asistido a las Semanas de la Moda de París, por ejemplo, para multiplicar las oportunidades. La caligrafía latina goza de reconocimiento desde hace muy poco, por lo que hay que incitar a las empresas a utilizarla.

¿Qué es lo que escribes en tus horas libres, solo por placer?

Antes, tenía un montón de proyectos diferentes. Ahora, me aseguro de elegirlos de manera que solo haga cosas con las que disfruto. También hago pruebas para futuras comercializaciones: tarjetas postales, grabados en piedra, herbarios combinados con caligrafía, moldeados… Me lo paso bien. En la actualidad, tiendo a una orientación más artística. Principalmente, exploro los formatos grandes. La caligrafía tiene una dimensión intrínsecamente ligada al cuerpo, lo cual es interesante.

Además, solo por disfrute personal, exploro nuevos materiales como el pergamino, el vidrio y la piedra. Pruebo soportes nuevos, pigmentos nuevos, adhesivos nuevos… He vuelto a los retratos, que son una mezcla de dibujo-caligrafía, y mis creaciones pueden ir desde el arte urbano hasta cosas más íntimas. Me gusta especialmente realizar grabados en materiales naturales, como la piedra o la madera. Y aún hay un montón de cosas que quiero probar, pero ¡me falta tiempo!

¿Has probado todos los tipos de caligrafía? Tu especialidad es la caligrafía latina. ¿Por qué?

Hay tres tipos de caligrafía: asiática, latina y árabe. He probado los tres, pero la caligrafía latina representa mi cultura, por lo que me siento inclinado hacia ella por naturaleza. Se trata de un tipo poco conocido, que la mayoría de personas no entiende realmente cuando tienen delante manuscritos ilustrados de la Edad Media. Las letras están por todas partes, pero no las vemos de verdad, o bien forman parte de la cultura gráfica: desde las obras de la Edad Media, repletas de inscripciones, hasta las pinturas de Picasso, Klimt o Mucha. En Asia, la caligrafía está reconocida como un elemento de por sí. Sin embargo, los europeos distinguimos entre la forma y el fondo.

Las obras deben tener un interés real y estar intelectualizadas; no pueden ser simplemente estéticas o «divertidas», y eso me da pena. Incluso cuando realizo un encargo, ya sea para un sándwich o un perfume, hace falta un planteamiento justificado.

¿Tienes alguna herramienta favorita? ¿Con qué tipo de pinceles o plumas prefieres trabajar? ¿Y los papeles?

Tengo un taller muy completo. Esto es otra cosa que me encanta de la caligrafía: los tinteros, los portaplumas… Todos ellos son una antítesis de la tecnología, pero, paradójicamente, encajan a la perfección en ella. La caligrafía es un estilo de vida. Todo aquello que deje un trazo sobre un soporte puede definirse como caligrafía. Es un arte muy primario. En todos los países se graba la piedra; atacamos el papel con el metal de la pluma, salvo en Asia, donde se prefiere utilizar técnicas de absorción. Los asiáticos acarician el papel; los europeos son más virulentos.

En cuanto a mis herramientas favoritas, todo depende del momento y de lo que desee expresar. Me interesan mucho los pinceles planos y puntiagudos, porque ofrecen una sensibilidad distinta a la del metal. También utilizo mucho papel comercial estándar, a veces papeles de colores, papel especial para grabado, de granulado algodonoso y un poco de lujo. Todo depende de la expresión y del resultado que busque.

¿Cuál es la palabra que más te gusta escribir? ¿Y cuál es la que menos?

Francamente, llevo haciendo caligrafía tanto tiempo que ahora estoy un poco cansado de escribir. Pero podría decirte dos palabras que me gustan más que otras. La primera: «pangrama». Hace referencia a frases lo más cortas posibles que incluyen todas las letras del alfabeto. Así, los principiantes pueden caligrafiar todas las letras y divertirse mientras lo hacen. También me gusta «petricor», el característico olor a tierra mojada. Una palabra que me gusta grabar es «fuck up» (joder), que no es políticamente correcta, pero que me relaja. Lo que no me gusta nada son los mensajes absurdos y predecibles.

¿Cómo ves tu trabajo en la era digital? ¿Es una fuente de oportunidades y prospección nuevas o una limitación?

Hay en el aire una gran cuestión: las diferencias entre escribir a mano o crear fuentes de escritura caligráficas con un ordenador. Hoy en día, la sociedad nos propone algo que no es bueno. Un gran calígrafo decía: «caligrafiar es resistir contra la mediocridad». Evolucionamos en un entorno cada vez más técnico: todo el mundo tiene ordenadores, pero no por eso hacemos grandes cosas. Suelo trabajar con artesanos del arte en el distrito 11 de París, un barrio de artesanos. Antes, allí se elaboraban muebles de diversos tipos. Hoy, en la era de IKEA, solo quedan los artesanos del arte de lujo.

Lo mismo sucede con la caligrafía. Aferrarse a lo digital forma parte de los condicionantes modernos, pero no hace falta que las Bellas Artes caigan en un paliativo donde solo se aprenda a hacer una cosa. Participo en un proyecto de lucha contra el analfabetismo en la Guayana Francesa, en escuelas frustrantes, porque los propios profesores no saben escribir. Allí, las clases están equipadas con ordenadores. Es una solución fácil y consumista que hace que, por el camino, se pierda una dimensión elemental de la lengua. A pesar de ello, he constatado que, con cinco clases, es posible cambiar su forma de escribir. Por tanto, es un esfuerzo necesario, esencial en la educación.

¿Permite la caligrafía pensar mejor las palabras? ¿Aprecias en ella una dimensión terapéutica?

Ese carácter terapéutico es muy importante para el analfabetismo. La caligrafía es un trabajo de personalización y de reconstrucción. Ahora bien, dile a un alumno que le han enseñado mal la escritura, que no es su culpa, y aprenderá a hacerla bien y a disfrutar con ella. Todo esto libera un montón de cosas. Yo mismo me inicié en la caligrafía por frustración, porque escribía fatal. Fue entonces cuando me puse a trabajar la forma para llegar a la escritura. En la Edad Media, eran los monjes quienes escribían, y solo escribían aquello que tenía valor: textos legales y libros sagrados. Prueba de que escribimos lo que es importante es que la escritura siempre está ligada al poder. Quien no sabe escribir pierde algo.

Has trabajado mucho para la industria del lujo. ¿Para qué marcas te gustaría trabajar?

 

Me gustaría dedicarme cada vez más a los perfumes, sea la marca que sea. El lujo me interesa, porque permite incrementar el nivel de exigencia, crear cosas excepcionales.

Enseñas caligrafía. ¿Qué tres grandes consejos darías a alguien que acaba de empezar?

Tener curiosidad, entusiasmo y pasión. La técnica vendrá después.

¿Cómo imaginas el futuro de la caligrafía?

Somos las personas quienes vamos a evolucionar. El ordenador ha permitido generar conexiones y desarrollar un tipo de «alimento internacional». En diez años, los rusos habrán adquirido un nivel impresionante, al igual que los americanos. Se está produciendo todo un redescubrimiento de la caligrafía, vector direccional en la sociedad. Hay que reinventarse constantemente. La caligrafía es una técnica ancestral, pero hace falta que quienes la practican la proyecten hacia el futuro.

Para terminar, ¿cuáles son tus próximos proyectos o deseos?

He dejado de trabajar para muchas agencias. Espero poder centrarme más en el mundo artístico, el de las telas, los pigmentos y los grandes formatos. Considero la posibilidad de irme a vivir al extranjero y me gustaría probar cosas nuevas, adentrarme en proyectos fuera de lo normal: más grandes, más bonitos y de mayor valor añadido.