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Georges Prosper Remi, conocido por su seudónimo Hergé, nació el 22 de mayo de 1907 en Etterbeek, Bélgica, y es uno de los dibujantes más importantes e influyentes del mundo. Es conocido por haber creado una de las series de cómics más queridas, traducidas y vendidas de todos los tiempos, Las aventuras de Tintín, así como obras como Quique y Flupi y Las aventuras de Jo, Zette y Jocko.

Sus obras han tenido un impacto incalculable en la vida de millones de personas. Creó personajes icónicos que han entrado en el imaginario colectivo, como Tintín, el capitán Haddock y el profesor Tornasol, quienes han marcado la infancia y la adolescencia de niños y niñas de todo el mundo, desde la década de 1930 hasta la actualidad.
La influencia de los mundos creados por Hergé ha ido más allá del medio del cómic y se ha extendido a la moda y al arte. Se han creado películas, series animadas y videojuegos de Tintín. El autor ha inspirado a creativos, directores, guionistas e ilustradores: es un auténtico maestro del cómic.
Infancia, influencias tempranas y el descubrimiento del dibujo
Como muchos artistas, Remi mostró una fuerte inclinación por el dibujo desde niño: literalmente llenaba sus cuadernos escolares de bocetos e ilustraciones. Decidió estudiar arte en el Instituto Saint-Luc de Bruselas, pero lo dejó al cabo de un año: detestaba que alguien le dictara qué dibujar. Esto lo llevó a ser esencialmente autodidacta. Aprendió a dibujar simplemente estudiando a otros artistas.
Entre sus principales influencias se encuentran ilustradores como René Vincent y pintores clásicos como El Bosco, Pieter Bruegel y Johannes Vermeer, pero al autor también le encantaba el arte contemporáneo de su tiempo como Joan Miró, Lucio Fontana y Serge Poliakoff.

En cambio, en el cómic, sus referentes son George McManus, Émile-Joseph Pinchon (en quien se inspiró para el rostro de Bécassine para Tintín), Winsor McCay, Rube Goldberg y, sobre todo, Alain Saint-Ogan: de este último autor, vemos claras referencias en las obras de Hergé. Más adelante en su carrera, Hergé también apreció especialmente a Moebius, Robert Crumb, Hugo Pratt, Claire Bretécher y Milo Manara.
Entre sus influencias se encuentran las novelas de aventuras de Alejandro Dumas, pero el mayor impacto en su imaginación es sin duda el cine de Charlie Chaplin y Buster Keaton. Estos autores le enseñaron a inventar un chiste, mientras que otras películas le enseñaron montaje, suspense y movimiento dinámico.

Su infancia estuvo marcada por el movimiento scout, que fue lo único positivo de esa época: «Me sentía mediocre y veía mi juventud como algo gris, muy gris», declaró el autor en un documental dedicado a él. Debutó como ilustrador en la revista scout belga Le Boy-Scout Belge, donde firmó con el seudónimo «RG», las iniciales de «Remi, Georges», que posteriormente evolucionaron en la contracción fonética Hergé.
Su primera serie de cómics fue Totor, C. P. des Hannetons, publicada entre 1926 y 1929, que narra las aventuras del joven explorador Totor y sus viajes por Estados Unidos. Se trata de un «cómic de texto», con subtítulos bajo las imágenes, una práctica común en la época.
El estilo de Hergé y el nacimiento de la línea clara
Ya desde el comienzo de su carrera, el estilo de Hergé era inmediatamente reconocible. De hecho, desarrolló un estilo dictado por las necesidades de la prensa de la época. Hablamos de la década de 1920, cuando durante la impresión de los periódicos la tinta tendía a desbordarse.
Para evitar las manchas, el autor optó por dibujar con líneas finas, claras y limpias, sin tramas ni detalles excesivos. Hergé se convirtió en el verdadero fundador de este movimiento, que trata todos los elementos de la viñeta de la misma manera: con líneas de contorno siempre cerradas y negros nítidos.

Al principio sus obras eran en blanco y negro, pero a partir de la década de 1940 comenzó a utilizar colores vivos. El estilo de Hergé, inicialmente llamado «Escuela de Bruselas», fue rebautizado mucho más tarde, en la década de 1970, como «línea clara» por el dibujante de cómics Joost Swarte.
Son casi innumerables los dibujantes, no solo de origen franco-belga, que han imitado o retomado este estilo limpio y legible de Hergé. La línea clara se ha convertido en sinónimo del cómic franco-belga, aunque en las décadas posteriores surgieron muchos otros autores que desarrollaron este estilo.
Sus primeras obras y la creación de Tintín
En 1925, Hergé se incorporó a Le Vingtième Siècle, un periódico católico dirigido por el sacerdote y periodista Norbert Wallez. Durante un par de años, Hergé prestó el servicio militar y, posteriormente, en el periódico, se le asignó el puesto de reportero y fotógrafo. Allí también conoció a su prometida y futura primera esposa, Germaine Kieckens.
El punto de inflexión llegó en 1928, cuando se le encargó al autor la creación de un suplemento semanal infantil del periódico, titulado Le Petit Vingtième, al que se sumaron otros artistas. Los primeros relatos, aunque todavía ingenuos, eran prácticamente cine sobre papel con dibujos acompañados de pies de foto.
Durante este periodo, Hergé observó el fenómeno de los bocadillos en los periódicos estadounidenses y comenzó a usarlos en algunas de sus tiras. Su primera tira cómica con un bocadillo fue Las aventuras de Tintín, publicada en Le Petit Vingtième entre 1929 y 1930 con una historia encargada por Wallez.

Wallez era un católico ultraconservador y su objetivo era crear una tira cómica que expusiera la amenaza del comunismo a los jóvenes lectores. El personaje de Tintín es un joven reportero que, junto con su inseparable perro Milú, viaja por el mundo en busca de historias y aventuras.
En su primera aventura, Tintín en el país de los Soviets, el dúo viaja a la Rusia Soviética. Desde el principio, Tintín se presenta como periodista, aunque sus acciones son más bien detectivescas, ya que investiga y arresta criminales.
Esta primera aventura y las posteriores son, obviamente, historias de propaganda, con tramas bastante ingenuas. El éxito de la serie fue prácticamente inmediato y continuó con las historias Tintín en el Congo (1930-1931), que ensalza el colonialismo y las virtudes de los misioneros en la necesidad de educar a la población local. En la siguiente historia, Tintín en América (1931-1932), Tintín y Milú viajan a Estados Unidos, donde Hergé disfrutó enfrentando a su héroe contra el gánster Al Capone y los nativos americanos.

Este primer periodo de historias está fuertemente marcado por la influencia de Wallez, pero poco después Hergé empezó a dar su toque personal a la serie.
De propaganda a obra maestra: la madurez artística
Las primeras historias de Tintín tienen sin duda un valor histórico, pero no se consideran entre las mejores del autor debido a la presencia de varios estereotipos ofensivos. Es necesario contextualizar las obras: Hergé, en aquel entonces, era un joven influenciado por los prejuicios de la época y no se tomaba su trabajo demasiado en serio. Solo tras el despido de Wallez en 1933, el autor obtuvo mayor libertad creativa, afortunadamente distanciándose de la propaganda. Más adelante en su carrera se disculpó con frecuencia por el contenido de sus primeras historias.
La cuarta historia de Tintín es Los cigarros del faraón, publicada entre 1932 y 1934, que presenta temas más maduros y el debut de personajes como Dupond y Dupont, y el enemigo Roberto Rastapopoulos.

La transformación, sin embargo, se produjo con El loto azul, publicado entre 1934 y 1935, donde el autor demuestra mayor precisión e investigación histórica para representar a China. Mejora tanto desde el punto de vista gráfico como narrativo, introduciendo además la sátira política en sus relatos. El loto azul está considerada una de las obras maestras de Hergé, y también fue incluida por el periódico francés Le Monde en su lista de los «100 libros del siglo XX».
Se trata de un libro que cambia la forma de trabajar de Hergé: antes incluso modificaba la historia pocas horas después de entregar las planchas del cómic al editor, mientras que en esta obra adopta un enfoque más serio y estudiado. El autor consulta a expertos y fotografías, visita museos y lee literatura especializada antes de construir cada historia. Se obsesiona con el estilo, que siempre debe parecer creíble y técnicamente preciso.

Sus posteriores historias de Tintín lo consagraron como uno de los mejores autores del mundo del cómic europeo: a lo largo de su carrera creó 24 historias y otros tantos volúmenes de Tintín, el último de los cuales, Tintin et l’Alph-Art, lamentablemente quedó inacabado, pero fue publicado en su versión a lápiz.
Otras obras de Hergé
Como artista principal de Le Petit Vingtième, también creó muchas otras series populares a lo largo de su carrera. Entre ellas, Quique y Flupi, que debutó en 1930 y continuó hasta 1941, una tira cómica que narra la historia de dos niños traviesos. El autor se adentra en gags surrealistas, incluso rompiendo la cuarta pared, mostrando una mayor libertad de expresión que en las primeras historias de Tintín.
También hay varios cómics creados para otras publicaciones, como Mr. Bellum (1939), una tira claramente satírica sobre Hitler y Mussolini.

Entre 1936 y 1939, Hergé publicó Las aventuras de Jo, Zette y Jocko en la revista católica francesa Coeurs Vaillants. Esta serie, centrada en el niño Jo, su hermana Zette y su mascota, el mono Jocko, presenta aventuras comparables a las de Tintín. Sin embargo, Hergé nunca llegó a apreciarla plenamente debido a las limitaciones creativas impuestas por la editorial.
Studios Hergé y el reconocimiento internacional
En 1940, la invasión nazi de Bélgica obligó al cierre del suplemento Le Petit Vingtième y de su publicación original, Le Vingtième Siècle. Aunque estaba a mitad de Tintín en el país del oro negro, encontró trabajo en el suplemento juvenil Le Soir-Jeunesse, donde continuó las aventuras de Tintín.
Esta es la época en la que nacieron algunas de sus historias más queridas, precisamente durante el periodo bélico: El cangrejo de las pinzas de oro (1940-1941), que presenta al capitán Haddock, y La estrella misteriosa (1941-1942), que reflexiona sobre las angustias de la guerra.
Tras la liberación de Bruselas de la ocupación nazi en 1944, Hergé volvió a perder su oportunidad de publicar: toda la redacción, incluido el autor, fue arrestada bajo la acusación de colaborar con el opresor nacionalsocialista. Hergé solo pasó una noche en prisión, pues se le consideraba simplemente un ingenuo dibujante de cómics.

A pesar del controvertido pasado de Hergé, el autor siempre evitó que sus personajes fueran explotados con fines políticos. De hecho, en varias ocasiones satirizó dictaduras y, en obras posteriores, promovió activamente el multiculturalismo.
Más tarde, en 1946, el editor bruselense Raymond Leblanc contactó con Hergé para lanzar una revista de cómics centrada en Tintín. Leblanc era un héroe condecorado de la resistencia en tiempos de guerra, y su disposición a contratar a Hergé a pesar de su ostracismo contribuyó a restaurar la reputación del dibujante.
La revista Tintín dio un gran espacio a muchos artistas, entre ellos Edgar Pierre Jacobs (Blake y Mortimer), Paul Cuvelier y Jacques Laudy, estableciendo nuevos estándares para el cómic europeo y promoviendo el estilo de línea clara.

Durante este periodo, en 1950, nació también Studios Hergé, donde el autor reunió a una serie de asistentes, entre ellos dibujantes y coloristas, que lo ayudaron tanto en el dibujo como en el proceso creativo. A pesar del gran éxito, la vida personal de Hergé en la posguerra fue difícil, marcada por crisis matrimoniales y crisis nerviosas que le provocaron pesadillas recurrentes. En este contexto, creó Tintín en el Tíbet (1958-1959) como una forma de terapia. Esta historia, una obra maestra del minimalismo y la exploración de las emociones sin los villanos tradicionales, le ayudó a superar sus problemas.
Tintín en el Tíbet es la cumbre artística de Hergé, pero también le provocó un bloqueo creativo. Las nuevas historias de Tintín son cada vez menos frecuentes, pero continúan en la senda experimental. En Las joyas de la Castafiore (1961), la acción se concentra en Moulinsart, poniendo a prueba cuánto tiempo se puede mantener el suspense con sucesos banales.

Las últimas obras muestran a un Hergé que evoluciona la narrativa y los personajes, haciéndolos menos maniqueos, como se ve en Tintín y los Pícaros (1975-1976), donde Tintín aparece vistiendo vaqueros y practicando yoga, cambios no siempre apreciados por todos los lectores.
El legado de Hergé
Hergé ha influido profundamente en la historia del cómic y mucho más. De hecho, los cómics de Tintín se han convertido en superventas mundiales gracias a la editorial Casterman, conquistando a millones de fans de todas las edades en todo el mundo.
Sus historias se basan en la realidad, con tramas que se fueron haciendo cada vez más complejas a lo largo de su carrera y con un equilibrio perfecto entre humor, tragedia y suspense. Hergé falleció en 1983 a los 75 años, y se aseguró de que la serie de Tintín no continuaría sin él. Su viuda, Fanny Remi, creó una fundación para proteger su legado.

A pesar de las controversias, la influencia y el legado de Hergé son innegables: lo demuestran los numerosos premios internacionales, la utilización de Tintín en el turismo belga y las calles que llevan su nombre: es el dibujante belga y europeo más influyente del mundo.